No era cansancio, ni estrés ni problemas concretos. Era culpabilidad. Era yo misma. Era vocerío, caos, juez y víctima. Restulta que lo que yo sentía sí que tenía nombre. Mitote. Vaya palabra bonita.
Más de una vez he dicho que no soy una persona estable pero, desde hace tiempo, he decidido cambiar eso. Busqué un profesor de yoga pero no encontré ninguno que me convenciera. Y un día ¡puf! se me encendió la bombilla: Almu, si te estresa no encontrar a un extraño para que te relajes desde dentro… tienes un problema.
Así que desde hace un par de semanas busco sólo dentro de mi. Mi calma, mis emociones, mi felicidad. Hasta ahora lo llamaba la isla interna en la que me refugiaba cuando la furia que llevo dentro iba a salir. Pensaba que funcionaba.
¿El problema? Era como un refugio, una burbuja. Pero si la pinchas: pluf! Otra vez al vocerío (link)
El caso es que me he apuntado a Reiki, coach, mindfundless y meditación (si alguien me dice que hay un curso de abrazar gatitos para conectar conmigo otra vez, pa’llá que voy) y ¡Bang! Ha sido como si los engranajes comenzaran a funcionar. Como si abrieran una ventana y las voces salieran de golpe. Dentro me he quedado yo. Sin parásitos. Sin miedos y sin precipicios.
He roto mis acuerdos hechos desde la inseguridad. Llevo el escudo de guerrera y y el mundo por montera.
Hay quien se ríe de mi porque digo cosas como paz, amor, gratitud, rabia, celos, armonía, parásitos, veneno… pero ¿la verdad? es que me da igual. No porque haya empezado a saber cómo poner en práctica lo que voy aprendiendo/leyendo, sino porque ya no tengo angustia. Puedo respirar.
Me dijeron que tenía que leer Los 4 acuerdos de Miguel Ruiz. Cuando lo vi casi me muero de lo poco que me apetecía. Reconozco que hay una parte de luz, tolteca y magia que no me va, pero creo que lo he leído en el momento adecuado. Si quieres saber más sobre el Mitote, te lo aconsejo.