Siempre he sido de números pares. Mi favorito, mi número de la suerte, es el 8. El 9 lo odio (como la palabra camión, que le tengo mucha manía)
Pensaba que el año 2018 iba a ser brutal. El 2008 me encantó, y mi mente chorra asoció todo y dio por hecho que el 2018 iba a ser mi año. No sé si fueron las expectativas, pero fue uno sin más. Hubo grandes momentos, pero ningún cambio… de hecho (cuando ya se estaba acabando) en lugar de hacer un balance del año, fueron muchos deseos para el 2019:
Que seas capaz de hacer lo que te pide el cuerpo, que tengas ganas de comerte el mundo, de tardeos, de gimnasio y de cañas en terrazas.
Que no guardes rencor, que pidas perdón y que perdones. Que juegues a escondite, al Monopoly y al Mario Kart.
Espero que este año dejes de hacer lo que te amarga y así tener tiempo para lo que te gusta. Rodéate de los que te quieren bonito y elimina a los que no.
Que en diciembre de 2019 no tengas ganas de despedirte ni brindar por el año que entra.
Que almacenes recuerdos de viajes, de comidas y amigos. De logros. Feliz… ¡feliz todo!
Madre mía, el 2019 ha sido cojonudo. Así. A lo loco. Un año que pasará a la historia. Por todo, por haber aprendido a buscar la felicidad dentro de mi y no fuera, por haber hecho lo que me pedía el cuerpo sin importar los peros, por haber(me) perdonado, viajado, reído y llorado. Me he hecho un tatuaje con mi persona favorita para no olvidarme de lo que importa está dentro y no fuera. Hemos ido de hotel, hecho excursiones y dormido bajo las estrellas. He hecho millones de fotos y vídeos a desconocidos que se han convertido en amigos y a amigos que son familia. Respirado en Central Park y llorado en el musical del Rey León en Broadway con mis Raw.
He ganado a la Wii, engordado y adelgazado. No he comprado ropa ni cosas absurdas que no iba a usar. He dejado de usar gomina o espuma.
Entiendo lo que significa PARA, RESPIRA, SIENTE y el olor a mar lo llevo muy dentro. He tirado todas esas piedras que pesaban en mi mochila y rellenado con permisos esos huecos.
Gracias a todo eso, entiendo un poco mejor a mis hijos y espero menos de ellos… y, así, todo se ha calmado… Me alucina lo majos que son, lo listos y tiernos. Cada uno con su carácter (taaaaan distintos) pero con las mismas ganas de querer y ser queridos.
Me he enamorado un poco más de mi chico, por haberme dejado volar sin darme permiso, sin haberme entendido, pero con total libertad, tiempo o paciencia. El proceso del Mitote (si no sabes lo que es, haz clic aquí) no es sencillo, pero me ha cambiado la vida. Espero que no sea algo temporal, y que, poco a poco, sea una manera de vivir.
Ahora toca despedirse del este año impar… y me parece bien… estoy en ese punto de la vida que estás en paz y todo te parece bien. ¿Quién me lo iba a decir? De este año no espero nada, porque he aprendido que no dependo de lo de fuera, sino de mi… así que si quiero excursiones, proyectos, jugar a la wii los 4, oler el mar más a menudo, comer con los pies enterrados en la arena, viajar más, dejar atrás a los de color gris y rodearme de los que me quieren bonito… no depende de si enero empieza en un año par o impar… sino de si a mi me apetece de verdad hacer algo o no. Así que querida.. Para. Respira. Siente.
Piensa:
¿qué me pide el cuerpo?
Pues ahí está.
Feliz todo.