Me hace gracia, bueno, realmente me da pena. Todos los días leo en algún lado eso de “quiérete tal y como eres” “la belleza está en el interior” “eres perfecta tal cual eres” peeeero leo en muuuuchos sitios: “dieta milagro” “olvídate de esos michelines”, “el mejor tinte para el pelo” etc.
Ayer vi una peli. La protagonista tenía 35 años, como yo. La trataban de vieja, de fracasada y de rara. 35 años. El argumento era una patata y no me acuerdo del título, pero sí de ese detalle.
Tengo canas. Muchas. No se ven de frente, pero sí desde arriba. No me tiño. Cada día (sin exagerar) un mínimo de 3 personas me dicen que soy muy joven para tener canas. No es verdad, no estoy de acuerdo, puedo entender que me digan que soy joven para no teñírmelas, porque el 90% de las mujeres de 35 se las tiñen cada mes (¡cada mes! estamos locos?) pero no soy joven para tenerlas.
A ver, esto es una opinión, eh? Igual mañana aparezco morena y divina… pero, por ahora, mis canas se quedan donde están. Cuando pienso que un hombre con canas es interesante y una mujer con ellas es viejuna -o se está descuidando- me hierve la sangre. Si la caña que nos meten para el uso de lenguaje no discriminatorio nos la metieran para estas pequeñas diferencias, la cosa iría mucho mejor.
Cuando veo a señoras de 60 años con el pelo negro contranatura me pregunto cuándo entenderán que ya no tienen 20 y que, querer parecer una universitaria a los 60, tampoco mola.
Tengo 35. Con canas, alguna estría y, porqué no decirlo, con barriguita y arrugas. Peeeero tengo las cosas mucho más claras que hace 15 años, soy mejor persona, más justa y más generosa. Disfruto más de la comida, del sexo y de las amistades. Respeto todo y a todos los de mi alrededor, digo menos tonterías (que no tontadas) y comparto mi “yo” con un “nosotros” de a 3.
Tener 35 no es un pecado. Los 20 me dan pereza; pereza por fingir que no tengo barriga, pereza por la inexperiencia y por la falta estabilidad. Sí, añoro las noches de fiesta locas sin resaca mortal, la libertad y la inconsciencia… pero es una etapa que ya ha pasado. Como las de los 15, la de los 10 o la que quiera que haya vivido.
Igual es porque este año estoy feliz conmigo misma, con quien soy. Supongo que parte de eso se lo tengo que agradecer a mi chico, porque siempre me ve con los mismo ojos, porque me apoya, porque aunque no entienda parte de mi le da igual, porque pase lo que pase, a última hora, somos los dos. Siempre dos.
Ha sido un año de autonomía profesional. De sentir que lo que hago es bonito. Puede que no haga cosas “grandes” pero lo que hago es siempre desde el cariño, desde las ganas de regalar recuerdos y pedacitos de la vida. Quiero agradecer a los que de alguna forma habéis confiado en mi, dejando que haga lo que quiera con la cámara y sonriendo cuando miento al decir: una más y ya está!
Hace tiempo que quería escribir sobre este tema. Igual el desencadenante fue la carta a la chica del bikini verde. Creo que todos nos hemos identificado al leerla ¿no? Me gustaría volver al pasado y decirle a mi yo de los 19 que tuviera menos complejos, que las metas que te pones no son definitivas y que no todo el blanco o negro. Que a veces te comes el mundo y otras te come él. Me gustaría decirte que al final se casa con el buenorro, con el listo y con el simpático y que, gracias a eso, su corazón se dividirá en 3. Me gustaría darle las gracias por las decisiones que hacen que hoy estoy donde estoy. Que la vida no es para ocultar barriga, hacer dietas todo el día o vivir con complejos. Estamos aquí para hacer la croqueta en la playa, beber sangría y saber disfrutar de los que te rodean. Estamos aquí para ser felices. (como siempre, gracias a Rosa Avellá por las fotos)