Hace un par de días (mallorquines) tuvimos una comida con las amigas de toda la vida. Esas amigas que me conocen desde antes de que yo misma me entendiera, amigas que no me bastan los dedos de las manos y de los pies para contar los años que nos conocemos. Con las que aprendí a montar en bicicleta con ruedines, me caí patinando, compartí bonobus para ir a las fiestas de galas de tarde, respasé juntas los test del carnet de coche, nos corrimos muchas (muchas) fiestas y ahora, con la copa siempre en la mano, miramos cómo juegan nuestros hijos . ESE tipo de amigas…
El caso es (¿¿en serio me despisto taaaaan facilmente??) que ese día quedamos casi todas (algunas con hijos y otras recién casadas) y vimos el vídeo de se boda (post)… su padre, en un tono de esos que llegan hasta el rinconcito del corazón le dijo: hija, que la felicidad te tenga envidia.
En su momento me gustó, pero ahora -después de un par de semanas- esa frase no me la puedo quitar de la cabeza.
Escribo poco… bueno, mejor dicho, PUBLICO poco… No tengo muy claro porqué… Si es por vergüenza, si es por indecisión, o si es sólo (sí, ya sé que ya no se acentúa, pero no soy capaz) porque me invento excusas que justifiquen mi falta de constancia.
El caso es que hoy quiero poner un pie delante de otro y volver a este rinconcinto mío que tanto me aporta.
El día que oí esa frase hice repaso mental de lo afortunada que soy por compartir mi vida con mi chico, porque me despiertan todos los días dos vocecillas, por mi familia que vale millones y por esas amigas que con el paso de los años siguen a tu lado y un largo etc.
Hace tiempo hice un proyecto personal fotográfico que se llamaba #100happydays . De fotografía tenía poco, pero de personal mucho. El hecho de obligarme a colgar una foto (casi) diaria de momentos (del día a día) que me hacían ser feliz hizo que fuera consciente de lo que está alrededor. Que la alegría pocas veces te la da lo material y que con poco se obtiene mucho. Durante ese tiempo observaba a mis hijos de una forma distinta… primero porque no publico fotos de ellos en redes (por orden de mi chico,) y tenía que fotografiarlos de una manera que reflejara exactamente lo que estaba viviendo pero que no se les viera… reconozco que me ayudó a ser más creativa… y segundo porque me fijaba en detalles de su carácter en los que no había caído nunca…(mañana averiguo porqué se ven taaaan mal las fotos ¿sí? ) Y lo mejor de todo es que gracias a ese proyecto nació este blog… para poder escribir lo que quisiera (de mis hijos, de mi vida, de la fotografía o de que el sol brilla más que ayer)
Después de ver el vídeo de la boda he decidido volver al #100happy days. Porque sí. Porque quiero. Porque me lo pide el cuerpo. Porque en el mundo ya hay suficientes malas noticias y corazones podridos y me parece bonito encontrar un huequecito donde poder refugiarme. Ya sea con la fotografía, con el insta o por aquí.
No tengo muy claro cuándo la gente cambia y se vuelve gris. Lo de Bruselas también me ha hecho reaccionar un poco. Ser consciente de la burbuja en la que vivimos. Empezar a pensar cómo puedo cambiar las cosas y, si no del mundo, sí de mi familia. Enseñar a mis hijos que la vida es para vivirla con respeto, con cariño, hacer las cosas que salen del corazón. No es que quiera aislarles de la realidad que tristemente estamos viviendo sino que, por el momento, aprendan a ser felices, darles una base sólida… igual ellos, el día de mañana, sí pueden cambiar el mundo. Al menos el mío lo han hecho.
Felicidad, qué bonito nombre. Qué bien sientas y qué rápido te olvidamos.