No nos damos cuenta de lo frágil que es la falsa seguridad de nos hemos creído. Los despistes existen y las desgracias también. Nos pasamos la vida pensando soluciones de problemas futuros que aún no existen. Decimos “no” a planes “por si”. Evitamos hacer lo que nos pide el cuerpo poniéndonos excusas (no puedo viajar porque, no me lo voy a comprar por, no puedo ir…) Ains, cariño. Si es legal, no hace daño a nadie y te hace feliz, manda esta absurda madurez al carajo y vete de viaje, cómprate ese objetivo (o lo que te de la gana) y vive el ahora sin pensar tanto en el mañana.
Ayer a G se le escapó el patinete en la calle y podría haber pasado una desgracia… una de las de verdad. Pero no. No ha pasado nada. Aún me tiembla el alma cuando lo pienso… cuando llegamos a casa creo que no me despegué de ellos ni un minuto y les dejé cenar con ganchitos y de postre gelatina… (un miércoles, a lo loco) se acostó abrazadita a mi, piel con piel, y casi me deja sin respiración. Pero el casi accidente me dio que pensar, por mucho que planees posibles problemas, la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
Soy de esas personas que se pasa el día haciendo cálculos mentales de lo que va a costar el comedor, la comunidad, el seguro (…) dejo de hacer mil cosas que me gustan pensando “y si?” ¿y si me despiden? ¿y si se rompe la lavadora? ¿y si se rompe el coche? Madre mía Almu… déjalo ya. Cómprate el objetivo que llevas meses mirando, deja de buscar contras a los planes y céntrate en los pros… pero sobre todo sobre todo, grita menos, sonríe más y dale a los tuyos los achuchones que necesites.