Me gusta enumerar. Eso, es un hecho. Me gusta porque pongo en orden los pensamientos. Al enumerarlo elimino información innecesaria de mi cabeza y pasa de estar más liada que mis collares (soy la típica chunga que los tiene todos mezclados en un cajón) y pasa estar en un folio escrito con letra bonita y clara. Enumerar mola, digan lo que digan.
En fin, a lo que iba 🙂 No me quiero olvidar de 3 frases de mis hijos: 1. Sí, claro… y relojes de cocodrilos (eduardo) 2. Eres tonto, pero no pasa nada. 3. hacemos un trato ¿vale?
Todas las noches les cuento un cuento inventado a mis hijos. Ellos me dicen 3 palabras y yo les monto una historia con ellas.. normalmente suelen ser una fruta, un color y una bruja. a veces alucino con lo repetitivos que pueden llegar a ser… Bueno, la bruja de nuestra casa se llama Dolores, tiene los ojos pequeños, los dientes verdes, las orejas puntiagudas y el culo de huele a flores (como comprenderéis esa es su parte favorita) normalmente Dolores roba los colores y los dos protas de la historia (adivináis quienes son? dos hermanos que se quieren mucho, que son muy valientes, fuertes y comen mucha fruta) consiguen que ella se de cuenta de su error y devuelva todos los colores. así TOOOODAS las noches. Menos la del pasado martes. las palabras fueron: perro, bruja y negro. Yo estaba un poco cansada y no tenía muchas ganas de hacerles todo el teatro y, la verdad, la bruja Dolores (que el culo le huele a flores jajaajjaaj ¡es imposible no decirlo todo seguido!) ya me empieza a aburrir… así que les conté un poco por encima (no me acordaba mucho) que la bruja de llamaba Cruella De Vil y que quería hacerse un abrigo con las pieles de los perros negros. Los ojos de Eduardo era un poema
– ¿un chaquetón? ¿con la piel de los perros? jajajajaj y cómo se la va a quitar?
Ahora, la cara de poema era la mia. Pasé por alto la pregunta mientras hacía repaso mental de lo béstia que era ese cuento… y continué contando la historia de Horacio y los perros. Eduardo es un niño que razona bastante y, cuando las cosas no le cuadran, insiste hasta entenderlo. Volvió al ataque:
– Que sí mamá, ¿pero cómo se va ha hacer la chaqueta? con lo grande que es la señora le harán falta muuuuchos perros… ¡que se haga unos pantalones de aviones jajajaja o un reloj de cocodrilo.
Un escalofrío recorrió mi espalda. No sé cuándo el ser humano pierde el respeto por lo que nos rodea, ni cuando nos convertimos en lo que somos. Gente que no ve como algo escandalizador los relojes de cocodrilo. Cariño, crece despacio, que cuando te enteres de lo del Toro de la Vega vas a flipar.
Al final este post ha sido más largo de lo esperado. Dejo para mañana la segunda frase.
feliz día.