4 años… 4 años tiene mi primogénito.
Madre mía. Cómo cambia la vida en 1.460 días ¿verdad?.
Las últimas noches de embarazo de mi hijo mayor no molaron mucho. Soñaba que David me despertaba una y otra vez para decirme que E ya había nacido, más pequeño que una nuez, pero que todo estaba bien. Yo me despertaba muy feliz pero extrañada por su cara de preocupación y, cuando me lo entregaba en una cajita, ahí estaba él; una mini nuez pero con cara de niño… todo muy raro y un poco preocupante.
Gracias a Dios nada de eso sucedió. Mi parto fue tan bueno que al cabo de unos días las comadronas me pidieron si podía hablar en clase de preparto con futuras mamás para tranquilizarlas. No sé porqué se empeña la gente en contar las horribles experiencias con sus partos, embarazos (…) a mujeres que están a punto de dar a luz. – «uy! ¡Vaya barrigota! ¿Te queda poco? ¡Buf! Qué pereza… cada vez que pienso en mi parto me entran escalofríos, 18 horas con contracciones para que después terminara en cesárea… omg! La cesárea es lo peor; duele mucho y la recuperación es larga y dolorosa, pero nada que ver con las contracciones que tuve porque (bla bla bla)«.
Y a todo esto tú, con tu cara de niña educada, asintiendo con una sonrisa como si no te hubiera ofendido lo de barrigota: aja, claro, sí, poooobre… +
En fin, a lo que iba. Que Eduardo llegó a este mundo con el mismo carácter que tiene. Fácil, bueno y rápido. A ver… tampoco quiero engañar a nadie… no fue lo más divertido que he hecho en mi vida, pero me gustó mucho. Sobre todo porque fui consciente en todo momento que eso no se iba a repetir. Que estaba haciendo historia. Nuestra historia. Que fuera como fuera, se lo contaría mil veces cuando creciera.
La televisión lleva muchos años vendiéndonos la maternidad de una manera que poco se parece a la realidad. Es curioso lo (des)informados que están los padres el día que conocen a su primer hijo, al menos en nuestro caso. Me esperaba llegar a casa con un bebe sonrojado y gordito en los brazos. Estaba convencida que dormiríamos los 3 juntos abrazados mientras los osos amorosos nos miraban desde la nube rosa. Ains.. ¡ingenua!.
Llegamos a casa estresados porque un bebé de color amarillo -y muy muy muy peludo- no dejaba de llorar. La primera noche que pasamos solos los 3 yo quería volver al hospital porque lloraba tanto (tanto tanto) que no le paraba de decir a mi chico “estoy segura de que le hemos roto un dedo o algo… este llanto no es normal” menos mal que su vergüenza a ir de primerizos corriendo al hospital impidió que nos plantáramos ahí todos los días. Los pocos minutos que se callaba, tampoco dormíamos (para asegurarnos de que no había dejado de respirar).
Pasamos 17 días y 17 noches sin dormir, bueno, mentira. Sin dormir juntos ni más de 3 horas seguidas. Nadie nos habló del cólico del lactante. ¿Por qué no avisan y preparan a los padres de algo así?? Hubiera cambiado 258 partos que compartieron conmigo por 1 sóla experiencia sobre el cólico. Mi chico no paraba de decirme… “hijo único Almudena. Hijo único.” el 3 de noviembre sucedió el milagro. Igual el Dios de ahí arriba escuchó mis plegarias (y las de los vecinos de mi finca) y consiguió que E hiciera pedetes y cacas como toca. A partir del 3 de noviembre todo se volvió bonito. Perdió el pelo de la espalda, su color era bonito, no lloraba, dormía toda la noche y comía estupendo. Fue tan tan bien que a los 3 meses ya estaba embarazada de nuevo.
En fin, es imposible que hoy, el día de San Eduardo, no recuerde esos primeros días juntos. Te has convertido en un niño listo, bueno, guapérrimo. Ains… si es que te comeré un día! Sólo espero hacerlo lo mejor posible. No ser una drama mamá (bueno, algo sí lo soy), saber darte las alas suficientes para que toques las estrellas y, si no llegas hasta ellas, que al menos disfrutes intentándolo. porque, como tú dices… estamos aquí ¡para ser felices! y tú, cariño, haces que me sienta así.
Te requetequiero.
Tengo problemas para subir la foto, pero ya me he cansado de tener este post en el tintero… así que la publico sin más, que para algo el blog es mío y hago lo que me da la gana… 🙂 total, ni siquiera sé si alguien me lee. 🙂