Qué fácil es salir mal parada.
Me da la sensación de que todos son más guapos, más ricos y que se lo montan mejor que yo.
Que sus hijos son más educados, comen brócoli y nunca discuten. Casas perfectas, con todo ordenado y las ideas claras. Desayunos de revista y modelitos de pasarela.
Apago el móvil.
Me olvido de instagram, pinterest y blogs.
Entro en mi casa (que le hace falta una reforma importante).
Esquivo dos patinetes y una guitarra cuando aún no tengo los dos pies dentro.
Me apoyo en el gotelé para no caerme. A lo lejos, debajo de una pila de ropa por planchar, vislumbro un sofá que ha toreado en mejores plazas, con los muelles rotos de haber aguantado los saltos de dos niños con sobredosis de azúcar.
Consigo esquivar Super Zings, chapas y pin y pon, aparto un montón de calcetines sin pareja y me siento.
Miro mi casa desde el otro lado.
En las paredes hay cuadros colgados que mis hijos hicieron con acuarela cuando tenían 3 años, en la del comedor una pizarra -de las de toda la vida- llena de mensajes con faltas de ortografía que se dejan mis hijos.
Una tabla de planchar en medio del caos para recordarme que no puede pasar un día más sin que me ponga.
Me vienen a la memoria esas casas de parquet preciosos con paredes lisas y sofás blancos. Esas mesas con fruta en el centro e incluso algo de decoración. Cuando estoy a punto de llorar, vienen corriendo mis dos hijos gritando: Mamaaaa! Hoy toca jugar a Mario! No tengo muy claro cómo, pero me paso la tarde del domingo sentada en el suelo jugando con los míos al Mario Bros.. Mi chico hace un hueco para poder sentarse a mi lado y saca otro mando.
A la noche, con los descendientes ya en la cama, Edu (7 años) me da un abrazo de buenas noches y me dice: Me ha encantado la tarde de hoy. Eres muy buena jugando
Ains, es muy fácil compararse. Si os enseño una foto de mi salón, saldríais bien paradas… pero, si queréis que os diga la verdad, sentada en el suelo con un mando en las manos y con los que más quiero en pijama, me siento afortunada. Por todo. Por tener una casa que hay que reformar, por un sofá donde mis hijos se sientan felices y con una pizarra que resume nuestro día a día.